
Cuando miro para atrás, sólo veo horas extensas frente a mi laptop cambiando, quitando, editando y pensando que palabras son las más acertadas,
que aptitudes, que estudios, que recomendaciones y que propuesta de sueldo debo incluir en mi perfil
para convencer a empresas y personas que por ahora prefiero olvidar...
Mi odisea comenzó cuando renuncie a mi último trabajo y me
sentía fortalecido, envuelto en una burbuja impenetrable de esperanza, ética y moral, con mi cegado orgullo
de haber superado un gran reto profesional, de haber salido por la puerta grande,
de haber vivido la gloria, de haber tocado muchos corazones, de haber recibido
mucha satisfacción y respeto de un mundo encarnizado donde la competencia y las
decisiones rápidas e inteligentes son el diario vivir.
Fue esa engañosa fortaleza la que me introdujo en este
camino, porque me dije muy seguro de mi mismo, “que empresa no quisiera tener
mi talento, mi habilidad y mi experiencia, de seguro no demoraré mucho y ya
estaré rápidamente tomando las riendas de un nuevo reto”.
Pero no fue así, lo que imagine como un camino ascendente, se convirtió en un callejón sin salida y en una
película de terror, porque pasaron los meses y con ellos las
oportunidades, las ilusiones y las esperanzas; supongo que ya me tocaba morder
el polvo, supongo que tenía que vivir y sentir lo que ante mis ojos siempre fueron
experiencias de los más débiles y de los no bendecidos.

Todos me recibieron con una cálida sonrisa, un trato temeroso y un sin número de promesas, sin embargo terminaron la relación con una gran duda, una
mentira que buscaron disfrazar con humanidad y una gran incógnita que al
parecer mereces callar y llevar en tu corazón como consecuencia de ser marcado en la legión de los actuales profesionales sin empleo de esta generación.
Cuando miro para atrás, veo ese camino tan tentador donde sigo esperando esa llamada y esa comunicación que me trate como un ser humano, que me trate con empatía y pueda entender al menos un poco de todo lo que se vive y se sufre al buscar trabajo o comprometerse con una convocatoria de empleo...
Cuando miro para atrás, veo ese camino tenebroso tan lleno de ilusiones, de hipocresías, de misterios, de mentiras, de maltrato, de indolencia y de desprecio con senderos tan seductores hacía un laberinto sin salida...
Dirán que soy sentimental, ingenuo o tonto, que tal vez me falto
astucia, asesoría o sagacidad, pero créanme cuando digo que me
prepare conscientemente para cada una de estas pruebas; porque cuando estás
acostumbrado al reconocimiento, a superar los exámenes y a
recibir elogios, todo esto no es nada difícil, lo duro fue ver que
al final de todo un proceso muy bien recorrido te das cuenta que no hay nada, no
hay respuesta, solo oquedad y una larga espera que termina en decepción.
Recorrer este camino ha sido para mí un completo fracaso, una ruta equivocada y un terreno que no debí pisar, hizo que dude de mis capacidades, que tenga miedo de mirar a los ojos por la vergüenza de
no tener empleo, miedo de pasar una entrevista porque no sirve de nada ir
con la verdad, a sentir la derrota una y otra vez, a ver mis lágrimas de valor
envueltas en incertidumbre y buscar en el silencio una luz de esperanza que permita agarrarme muy fuerte a mi fe y a mi causa.
Estoy seguro que Dios no estuvo en este camino que decidí
seguir, que son humanos los que tramaron esta canallada conmigo como cómplice, porque no
hubieron personas, no hubieron profesionales, solo marionetas que se
mueven y reaccionan por la necesidad de trabajar o sobrevivir ocultando
la vulgaridad de muchas empresas y olvidando que son hermanos a los que lastiman con su deficiencia, ignorancia y mediocridad.
Estuve mucho tiempo en este camino, fueron meses que parecieron años y a pesar de haber
dejado mucha tristeza y dolor, sigo listo para seguir luchando, para caer y levantarme
otra vez, para volver a intentarlo pero con una estrategia diferente, porque cuando vi con tanta indignación como puse a prueba mi paciencia,
mi autoestima y mi valor profesional sabía muy bien que en algún momento tendría mi revancha.
Después de mucho pensar y pensar, me sacudí del desconsuelo y me llené de mucho coraje no sólo para no caminar más por esa cuerda floja, sino para contar mi verdad y compartir esta historia con todos aquellos que puedan entender que la indiferencia es el peor mal que nos está destruyendo y hundiendo.
Por eso decidí salir a la calle, volver a sentir el mercado en mis venas, visitar a mis amigos, reinventarme con decisión, esperar mi desquite pero en mi propia cancha, a emprender mi propio destino y buscar ese lugar en el mundo donde pueda volver a ser feliz conmigo mismo. No se a dónde me llevaran mis pasos, no sé a
quienes encontraré o conoceré, pero estoy seguro que me ira mucho mejor, que valdrá la pena ver un nuevo día, mi
corazón poco a poco lo entenderá, mi orgullo sabrá disculparme algún día, mi convicción ya
no se llenará de vergüenza, porque no todos los días son malos, porque no
es mucho el tiempo que nos queda, porque el
objetivo es mucho más grande y porque seré yo quien se ponga al frente de esta
decisión y de esta nueva empresa.

No hay comentarios:
Publicar un comentario